miércoles, 9 de marzo de 2022

Tomás Boy y las 4 mil semanas

 



Por estos días leo el libro "Cuatro mil semanas. Gestión del tiempo para mortales", de Oliver Bukerman, que se inscribe dentro de los libros de productividad personal y empresarial, pero con un enfoque disruptor. (No autoayuda, no babosadas)

Propone olvidarnos de las listas por hacer (List-to-Do), que sólo nos empelotan más con nuestros pendientes y sugiere que asumamos con realismo que somos mortales, que cada día no tiene más de 24 horas y que nos tenemos que resignar a que habrá cosas que deseamos hacer que nunca haremos, y en un extremo más radical, que hay mundos que no viviremos aunque los soñemos, por lo que tendemos que concentrarnos en lo más importante y en lo más radical de nuestra lista por hacer, donde no todo sea trabajo, sino que haya tiempo para nosotros mismos, para el ocio y para dormir.

Las 4 mil semanas son aproximadamente los 80 años que habremos de vivir en promedio, muchas veces menos, a veces muchísimo menos, no lo sabemos, porque se nos puede atravesar un infarto, un microbús, un cáncer, y ya estuvo. Razón por la que no hay tiempo que perder en la aplicación de una lista pequeña y realista de cosas por hacer.

En esas reflexiones estaba cuando me entero de la muerte del futbolista Tomás Boy, víctima de una tromboembolia pulmonar. Ahí está la prueba, un giro inesperado del cuerpo y se acabó... ni a las 4 mil semanas llegó, porque murió a los 70 años. No le tenía especial aprecio a Boy, pero su caso encaja con mi lectura en cuanto a lo frágil de todo esto y la enorme cantidad de cosas que hay por hacer en la vida... que tenemos que ir racionando conforme el reloj biológico avanza....



La columna de esta semana versa sobre todos esos personajes que rodean al Presidente, metidos en sospechosos actos de corrupción, pero que él ve como ángeles incorruptibles, debilidad de carácter que lo lleva a ver a otros actores de la escena nacional como aliados y no como potenciales peligros para México. Aquí el texto.


La cita de hoy:
"¡Qué feo lo de Ucrania! Yo vivo en el oriente de la ciudad, por la salida a Puebla, una colonia humilde, comemos frijolitos o lo que haya... pero dormimos tranquilos... ¡No caen bombas!, Jodidos allá, pobre gente..."
(El señor que hace la limpieza en el condominio donde vivo; plática en elevador)


La sugerencia musical del día. 

Siempre hay tiempo para Piazzola...



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