lunes, 14 de agosto de 2023

Crisis de representación empresarial



(Esta columna fue publicada originalmente en El Sol de México)


¿De qué sirven las cuotas empresariales que se pagan puntualmente a cámaras de industria, de comercio y confederaciones?, ¿qué diferencia hace estar o no afiliado a alguna cúpula empresarial?, ¿ha mejorado la situación reglamentaria, social o económica de mi negocio por estar afiliado?, ¿se han defendido frente al gobierno mis intereses?, ¿se han logrado conquistas legislativas, arancelarias o fiscales de importancia para los empresarios durante el tiempo de la 4T.

El sentimiento generalizado entre empresarios, sobre todo los pequeños y medianos, es que ninguna de las preguntas anteriores tiene respuesta favorable, con honrosas excepciones.

Por el contrario, lo que se percibe es una burocratización de las cúpulas empresariales, grillas para acceder a sus dirigencias que no tienen nada qué ver con la agenda urgente de los afiliados, camarillas que se han hecho del poder y se sustituyen unas a otras, en procesos de elección cada vez más desaseados, como recientemente ha sucedido en Concamin. 

Y no se diga en Canacintra, donde sus últimos dirigentes han llegado y se han robado hasta los clips, de acuerdo a las acusaciones que se han cruzado públicamente unos a otros. Y en cuya última elección al final eligieron a una candidata que ya no era candidata pero que a medianoche quiso volver a ser candidata, Esperanza Ortega, de una cúpula que ya estaba desafiliada de Concamin y CCE por incumplimientos. Un desastre.

La interlocución grande, la fuerte con el gobierno federal la tienen los integrantes del Consejo Mexicano de Negocios, los intocables del PIB, que velan por sus propios intereses y no incomodan al poder para que éste no los incomode.

Si acaso también llega a rozar ese nivel el Consejo Coordinador Empresarial, que sin embargo durante los últimos cinco años ha servido de tapete a los caprichos presidenciales, primero con Carlos Salazar, que presumía gran ascendencia sobre el presidente y al final acabó fracasando en todas sus iniciativas, y después con Francisco Cervantes que ha mostrado anuencia incondicional a Palacio Nacional, al grado que se le candidatea ya a una embajada europea (presumiblemente España), en pago a sus favores para mantener dentro del aro al sector empresarial y diseñar pactos fantasma, como el Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC), para mantener calmado al presidente.

Coparmex comenzó el sexenio con un Gustavo de Hoyos que mantuvo una posición crítica radical contra la 4T, que de hecho mantuvo al dejar su dirigencia y hacer activismo que lo llevó a la antesala de la elección de precandidato del Frente Amplio por México. Lo relevó José Medina Mora, quien mantiene un discurso opositor bastante light. Concanaco Servitur, en un limbo.

Es decir, ni para dónde voltear, con una Ley de Cámara Empresariales y Confederaciones, data del año 1996, y un par de modificaciones menores en 2005 y 2019, y que por lo mismo merecería adecuarse a la realidad del México actual, con los nuevos equilibrios de poder político y un tratado de libre comercio regional distinto.

Este es el tema que comienza a generar inquietud en un gremio, el empresarial, que ha sido estigmatizado y vilipendiado como pocos por el Ejecutivo federal, en cuya narrativa son los enemigos del pueblo y los “ricos” abusadores, cuando existen miles de empresas, quizá la mayoría, que ni son ricas y apenas sacan para sobrevivir. Que son, de hecho, la base gravable de la que se alimentan los programas sociales de los que presume el gobierno, como si éste los sacara de su bolsillo.

No tardará mucho para que comencemos a escuchar iniciativas para replantear el sistema de representación empresarial, y hacerlo más funcional a los intereses de sus afiliados y sea realmente un grupo de presión (dicho en el mejor de los sentidos), que sea escuchado y respetado en el país.


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