Esta semana supimos de la visita de la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, a las instalaciones del periódico La Jornada. El encuentro, relata el propio diario, fue cálido y estuvo pleno de recuerdos de las luchas de la izquierda de este país.
Es la única visita de la que se tenga conocimiento público de la futura presidenta a medio de comunicación alguno. Suena lógico que sea ahí, por los vasos vinculantes del grupo en el poder con ese medio desde hace años y es un mensaje simbólico de que se mantendrán las preferencias y canonjías al periódico de Carmen Lira, que este sexenio costó 1,300 millones de pesos a los mexicanos.
Sobre el resto de medios hay tolerancia y punto, aun cuando en su “Proyecto de Nación 2024-2030”, que incorpora las propuestas de los “Diálogos por la Transformación”, el doctor Lorenzo Meyer plantea la misma narrativa polarizante que se ha manejado todo el sexenio que termina:
“Desde su inicio, el viejo sistema autoritario fue diseñado para subordinar a los medios de información. En el pasado, cuando la izquierda era la oposición debió operar teniendo a la prensa, la radio y la televisión en contra. Hoy, cuando la izquierda está en el poder, la situación es la misma: los medios convencionales de comunicación están mayoritariamente en contra. En el contexto de la 4T al mando del corazón del aparato de gobierno, los poderes fácticos se han enfrentado abiertamente con el líder del movimiento y con enjundia lo hacen vía los medios de comunicación tradicionales”.
Sin embargo, el documento no va más allá en la recomendación de políticas públicas al respecto.
Durante la campaña electoral la candidata de la 4T dio pocas entrevistas exclusivas a periódicos o a radio y televisión, destacando las concedidas a los enemigos del Presidente: a saber Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva y al programa Tercer Grado, que fueron jugadas audaces de las que salió bien librada. Tampoco ha habido de su parte, hasta ahora, expresiones de rechazo u odio similares a las que cotidianamente usa el presidente López Obrador para referirse a la prensa.
¿Qué sigue en materia de relación con los medios? Primero, esperar a que la nueva presidenta defina su equipo de Comunicación Social, que ha venido siendo compartido entre su asistente en esos temas desde la Jefatura de Gobierno, Paulina Silva, y el asesor externo Alfonso Brito. De eso dependerá en buena parte el tono de la relación: o buena mano izquierda para un trato seco pero profesional, o viejas prácticas de presión y amenaza.
Segundo, no se ha anunciado ni se espera que termine la ominosa discrecionalidad en la asignación del presupuesto oficial, asunto que se retrasó un sexenio, toda vez que la 4T maniobró para mantener la misma política de reparto opaca heredada de Enrique Peña Nieto, aun cuando existe una sentencia de la Suprema Corte para que se transparenten los criterios de asignación presupuestal apegados al principio de máxima difusión de la obra pública, por obra de un amparo ganado por la organización Artículo 19.
Tercero, más allá de lo que el gobierno federal haga, los medios tienen mucho trabajo por hacer internamente. Es inviable, como en los viejos tiempos, apostar a que la Reina magnánimamente abra la llave del dinero y nos salpique con su gracia, para lo cual debo disfrazar mis páginas de cuatroteísmo. Eso no va a pasar.
El reto de los medios no es quedar bien con el gobierno, sino volverse indispensable para sus audiencias, aumentar la calidad de su periodismo, de lo que se derivarían más lectores fieles, mejores números de circulación y tráfico, aumento de personas dispuestas a pagar por sus contenidos, aumento de la publicidad privada, y quizá, ya al final, al ver que son relevantes para segmentos importantes del público, recibir publicidad oficial.
El foco debe ser el lector, la segmentación de las nuevas audiencias, la adaptación a formatos novedosos, mejoramiento de la oferta editorial, entendiendo que la información general y el breaking news es un commoditie por el que la gente no está dispuesta a pagar, pero que al entender al público podemos ofrecer material que le sea relevante por el que sí esté dispuesto a pagar o suscribirse.
Hoy la batalla está en fortalecer las redacciones y los géneros olvidados que al final son los que serán los diferenciadores entre casa editorial: periodismo de investigación serio, periodismo de soluciones que vaya más allá de la happy note, para ser de veras una guía de que no todas las noticias son negativas; y el periodismo hiperlocal, porque se ha abandonado a los barrios y a los estados de la República.
Sobre todo, es tiempo de mejorar las inversiones internas de los medios para privilegiar los formatos y contenidos que dejen dinero honesto y sirvan para pagar mejor sus redacciones.
Es también tiempo de regular la sobre oferta de opiniones y comentocracia vana, para dar paso a análisis serios y de fondo, que en verdad generen ideas nuevas y no sólo lugares comunes polarizantes, que sólo insultan o alaben. Se requieren espacios plurales donde el debate nacional quede reflejado, anulando todo extremismo, o, en todo caso, si el medio decide tomar partido por una u otra fuerza política, que lo explicite y las audiencias sabrán a qué atenerse de manera transparente.
Lo siguiente es hacer una cobertura honesta del poder. Lo que no quiere decir que se deba hacer con el hígado o el corazón, sino con la cabeza. Decir lo que está pasando, explicar la realidad, y apoyar cuando se esté de acuerdo y criticar cuando no. De esa manera, con periodismo certero y resistente a cualquier prueba, el gobierno no tendrá margen para decir que se le ataca por ardor, y tendrá que responder ante revelaciones sustentadas e investigadas.
Es inviable, en cualquier contexto ético, la propuesta del Presidente López Obrador de que los medios, para ser válidos, tienen que sumarse a la transformación, como lo hizo en su momento Francisco Zarco, y volverse nada más reproductores acríticos de boletines oficiales. Eso no está en ninguna propuesta deontológica periodística del mundo.
En suma, parece ser más lo que está en la cancha de los propios medios para ser relevantes para sus audiencias, que lo que pudiera caer en el espectro gubernamental.
Los medios que decidan mantener una guerra contra el gobierno estarán en su derecho y los que decidan apoyar ciegamente al segundo piso de la 4T, también, siempre y cuando eso les sirva para ser indispensables para sus lectores y audiencias. Mantener sólo medios como brazos políticos de otros negocios ya tampoco parece ser viable ni barato.
En un proceso como el que estamos perfilando puede que muchos medios no tengan ya razón de ser. Unos medios no podrán adaptarse al nuevo ecosistema editorial ni al nuevo régimen. Eso hará que se note más la actual sobreoferta de medios, junto a un pastel publicitario cada vez menor, dispuesto a invertir sólo en medios que sean relevantes para las personas.
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